viernes, 28 de junio de 2013

El lujo de la sociedad del bienestar. Soy culpable de vivir.

Me confieso, soy culpable. Culpable de poder ir al médico de la seguridad social que pagamos todos. Culpable de querer que mi hijo estudie en un colegio público. Culpable de querer vivir en una casa con odas condiciones mínimas y de poder comer todos los días. Me han convencido, soy culpable de vivir por encima de mis posibilidades. Quizás no debería haber vivido en una casa, ni tener un coche, ni comer a diario, ni levantarme para cumplir una jornada maratoniana en mi trabajo a una hora en coche de mi casa. Tampoco debería haber ido al cine, ni educar a mi hijo, ni irme de vacaciones una semana al pueblo.
Me han condenado y convencido a creer que es culpa mía que las grandes empresas sigan ganando dinero a costa de todos,a pagar una deuda de los bancos que no es mía,a dejarme robar por políticos y banqueros sin escrúpulos. No, no es culpa suya, se lo hemos pedido explícitamente en las urnas.
Ahora me cuentan los que saben, que esto ya se ha hecho antes. Destruir llegas ilusiones y la moral del vulgo, del pueblo para que admita que está derrotado y puedan expoliar lo poco que les quede con resignación. Se hizo en África, en Latinoamérica, en Asia. Y ahora toca en la vieja Europa,a los países mediterráneos, del Sur. Con la misma tramoya y las mismas mentiras.
Pero lo peor es el inmovilismo de la población, que se cree vencida ante el despotismo del Estado a las órdenes del cuarto Reichstag.
Confundido en las sombras acaparo mis energías para lograr unirme a los pocos reaccionarios que quedan, al menos respiro y creo en el futuro aunque la mayoría derrotada sin lucha me mire con recelo.

martes, 26 de febrero de 2013

La Posesión 1º parte

Voy a cambiar el barrio y el nombre de los protagonistas. Hace tiempo, casi treinta años, hice con unos amigos y sus padres un curso de meditación y poder mental. Tras un fin de semana intenso en experiencias extrasensoriales de las que fuí testigo y participante pasó algo increible.
Nos reuníabamos todos los amiguetes en casa de Luis, su padre era joyero y tenía un piso deshabitado justo encima de la tienda, donde antes habían vivido. Allí nos llevábamos algunos litros de cerveza y escuchábamos a los Maiden, etc. También subíamos a las chics y allí alguno tuvo sus primeras experiencias en el ámbito sexual. Vamos lo típico de esa época.
Una tarde tras dos semanas de haber hecho el curso, me propusieron que hiciéramos espiritismo, tras colocarnos en círculo, con  las manos alternadas para poder dar y recibir energía, invocamos, creo yo que cada uno invocó a lo que pudo, no pasó nada de nada, pero fué entretenido al menos.
Días más tarde volvimos al piso, era invierno, hacía frio en la calle, y las farolas teñian de ambar las calles del barrio. Subimos con algunas bebidas, eramos cuatro chicos y tres chicas, volvimos a intentar hacer lo mismo que la vez anterior, pero esta vez alguien dijo en alto que invocáramos al diablo, le mandamos callar. Jose, que no participaba en el "juego", se fue a la terraza. Tras los primeros minutos no pasó nada, pero en un instante, Jose tras abrir la ventana desde fuera, por la terraza bruscamente, para gastarnos una broma, todo quedó a oscuras. Nos levantamos corriendo, Luis después de dar a todos los interruptores, mirar el principal por si hubiera saltado, y estar en posición normal, salimos al final todos despavoridos a la puerta principal, no sin antes darnos cuenta que en la cocina el horno estaba encendido, o al menos la luz.En la escalera había luz y en la tienda justo debajo del piso, también. No volvimos a subir esa tarde al piso. Pero al día siguiente, cuando entramos estaban todas las luces encendidas.