viernes, 20 de agosto de 2010

Rompiendo moldes

Ruth estaba cansada de ir al trabajo todos los días, levantarse a las seis, llegar a las ocho de la tarde.
Un buen día aparcó su coche a la orilla de aquel embarcadero, se acerco a un pequeño velero, desamarró el barco, y se alejó.
Diez años después su familia supo de ella, había convertido una casa antigua en eun hotel de éxito. Allí donde llegó, fué feliz.

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